Paradojas de la violencia: un diputado del MPN muestra, con
teatral indignación, las bolitas de cerámica que se usaron los manifestantes
para enfrentar a la policía. Sapagistas, kirchneristas y radicales se rasgan
las vestiduras mientras se autoaplauden los discursos que llaman a la
conciliación y la concordia. La otra violencia, la de un docente que agoniza en
un hospital neuquino con una bala en el pecho, la de los perdigones de goma enterrándose
en la carne de mapuches y de estudiantes secundarios, de esa violencia no se
habla. O si: Raúl Godoy, diputado del FIT y obrero ceramista, denuncia que la
criminal entrega de los yacimientos de Vaca Muerta se está haciendo en el
interior de una legislatura militarizada, mientras afuera la policía reparte
palos y balazos a mansalva a los manifestantes. Denuncia que es la misma policía
que asesinó a Carlos Fuentealba la que ahora disparó sobre Rodrigo Barreiro y
propone que esta sesión se levante. Solo seis legisladores de la oposición
abandonan el recinto. Antes de retirarse, Godoy deja en el recinto una bandera
yankiee: “se las dejo para que ahora voten la entrega a Chevron bajo esta
bandera” dice, y se va.
Casi todas las intervenciones de los legisladores de los
partidos tradicionales (el MPN, el PJ y los radicales) empezaban por señalar la
lamentable situación que se vivía afuera para luego apuntar sus cañones contra “aquellos”
que trasladaban ese “clima de confrontación” al interior del sagrado recinto de la
Legislatura. Las instituciones del régimen democrático necesitan, casi como una
precondición para su existencia, la naturalización del supuesto de que ellas se
encuentran por encima de la lucha de clases. Los parlamentos, es decir, los
sistemas legislativos, necesitan que creamos que al no representar a nadie en
particular y a todos en general, los diputados no hacen más que representar al
conjunto del pueblo. Los mismos argumentos místicos se pueden encontrar en los
otros poderes estatales, en las canalladas de la justicia “independiente” o en
CFK diciendo ser la presidenta “de todos los argentinos”. Que un legislador se
encuentre, al mismo tiempo, en su banca y tirando piedras en la calle (o
bolitas de cerámica, ese ingenioso aporte de Zanon al arsenal popular) es una
ruptura imperdonable con los usos y costumbres de la hipocresía institucional.
Es muy importante, que aparte de que sigamos difundiendo los comunicados que
sacamos sobre la escandalosa entrega del petróleo neuquino, aprovechemos mucho
el desempeño de Raul Godoy en las jornadas de ayer ¿para qué queremos mas
bancas obreras y socialistas en octubre? Para esto. Un gran aporte para romper las burbujas de jabon de la instuticionalidad burguesa
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