miércoles, 25 de septiembre de 2013

La balcanización de las armas


Si bien la municipalización de la policía es un hecho consumado, al interior del PJ persiste una diferencia de gradación alrededor de la autonomía que gozarían. Mientras el oficialismo plantea que se mantengan dentro de la orbita de la Bonaerense, los massistas van por mas y piden el traspaso total a los municipios. En esto los segundos le meten la púa al oficialismo apoyándose en un proyecto presentado por un legislador K de Nuevo Encuentro, lo que es alta mojada de oreja no solo al kirchnerismo en general sino a los partidarios de la doctrina verbitskyana de la seguridad democrática en particular, de la que los muchachos de NE son adherentes. Esta aparente ironía, no hace mas que reflejar la total impotencia del peronismo y de las clases dominantes de saldar una debilidad estructural que arrastra el Estado argentino desde la última dictadura a esta parte: esa “oscilación entre garantismo y meta bala” de la que habla la editorial del periodico del jueves pasado. Pero esta vez, en este fin de ciclo, se han puesto en movimiento fuerzas centrifugas de proporciones hasta ahora nunca vistas, cuyas implicancias van a repercutir violentamente en el próximo periodo de la lucha de clases. La pregunta que aca nos hacemos es ¿se reprime mejor juntos o separados?

Juntos. Corta la bocha, “la unión hace la fuerza”, que le dicen. Pero no solo eso, también garantiza otras cosas mucho mas importantes. Como la impunidad, por ejemplo. Miren el caso Bulacio, 22 años para llegar a los tribunales y encima con la carátula de privación ilegitima de la libertad que tiene como pena máxima 6 años de prisión. Acá en Sur tenemos el caso de Carla Lacorte por el que hubo que luchar mas de una década para que Salmo caiga preso. Y ni hablar de la desaparición de Julio Lopez, o de Luciano Arruga, o de tantos otros. Una fuerza centralizada garantiza, automáticamente, una red de tejes y manejes donde todos son cómplices y ninguno responsable. Esta capacidad de resistencia quedará, cuanto menos, vulnerada ante fuerzas separadas. Por ejemplo ¿Qué tan buenas migas pueden hacer la policía municipal de Almirante Brown y la de Lomas de Zamora cuando la primera es de Giustozzi y la segunda de Insaurralde? No queremos decir con esto que mañana se van a agarrar a los tiros (aunque no es de descartar, hace un par de años el desembarco de gendarmería en el Conurbano generó algunas escaramuzas) pero sí que un muerto de un lado de Avenida Espora no va a ser lo mismo que sobre Alsina, aunque las dos sean la ruta nacional 210. Esto introducirá fricciones de todo tipo al interior del Estado, lo que se intenta presentar como la solución final al problema de la inseguridad, es en realidad el principio de problemas mayores.

Un segundo aspecto de este problema es la introducción del caos. Porque si bien “fusibles” como Garré no resultaron muy duraderos, el depositar un poder tan grande en las manos de los matarifes y tiratiros del Conurbano implicará un envalentonamiento general de cuanto facho ande suelto por ahí. Esto no puede traducirse más que en un aumento de la violencia descargada sobre los hijos del pueblo trabajador que se sellará con la firma de las clases medias que miraran para el costado mientras esto ocurre colaborando con su pasividad a la naturalización de métodos más cruentos para contener la presión desde abajo. No es contradictorio con lo que decíamos en el primer párrafo sobre los muertos y las avenidas, sino su complemento. Pues no es que a la burguesía le encante la municipalización de las fuerzas represivas (o de la política) sino que padece las consecuencias como si se tratara de una fatalidad nórdica. Incapaces de recomponer un régimen saludable, la democracia del 83’ es una enferma crónica conectada al pulmón artificial del peronismo. Y este peronismo está por estallar. Se pelean por las bancas, la caja, y ahora hasta por las armas y los negocios que defienden. La unidad burguesa se está yendo al carajo.

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