miércoles, 25 de septiembre de 2013

Stalin, el oportunista con una bomba

primera parte

El joven Koba se vio encandilado por los destellos de prestigio que esta maquina irradiaba. Al igual que muchos, en la vocación revolucionaria encontró el reconocimiento que no hubiera alcanzado en ningún otro lugar. Sin embargo, su ambición todavía es tan provinciana como el resto de sus aspiraciones. Los aspectos psicológicos del futuro Secretario General no muestran la personalidad del dictador, mas bien arrojan las características de un hombre que consciente de sus limites (escritor y orador mediocre, teórico escolástico y elemental, grosero y de modos bruscos para llevarse con los demás) se siente menos. Se siente menos que el comité dirigente de Tiflis, que los arrogantes emigrados rusos que le dicen a los que ponen el cuerpo en el país lo que tienen que hacer o que esos teóricos que pierden el tiempo en abstracciones que para él poco tienen que ver con el trabajo practico. Pero se siente superior a los obreros, eso sí. En 1903, en el medio de una discusión sobre la necesidad de una representación obrera en la dirección del centro georgiano bolchevique, el joven Koba llama a los trabajadores a que se pregunten “con una mano en el corazón” si existe entre ellos alguien capaz de hacerse cargo del enorme esfuerzo intelectual que presupone dirigir a la maquina. Poco importa que los mencheviques representen a la aplastante mayoría del movimiento socialdemócrata de Georgia, cuyo medio social pequeñoburgues y campesino aportó a los mas convencidos elementos de dicha facción (Tseretelli……), o que hubiera que desarrollar rápidamente a los dirigentes proletarios que pudieran, desde el corazón mismo de las fabricas de Tiflis o los pozos de Bakú, arrancar a las bases obreras de la influencia menchevique. Los estamentos partidarios no son terreno para las improvisaciones, un engranaje que no se acople inmediatamente no puede esperar a ser erosionado por los roces de la marcha. Semejante concepción tiene ribetes aventurescos en la mente de Koba. Porque ante todo, de lo que se trata es de preservar a la maquina. 

“La mayoría de quienes han escrito sobre él aceptan su transición al bolchevismo como algo inherente a su carácter, como cosa evidente, natural. Pero tal concepto es definitivamente parcial. Cierto es que la firmeza y la resolución predisponen a una persona a aceptar los métodos del bolchevismo. Pero estas características, por sí solas, no bastan para decidir. Había muchas personas de carácter firme entre los mencheviques y los socialistas revolucionarios. Y, en cambio, entre los bolcheviques no era raro encontrar personas débiles de espíritu, La psicología y el carácter no lo son todo en la índole del bolchevique que, en primer término, es una filosofía de la historia y una concepción política. En ciertas condiciones históricas, los trabajadores son empujados en la ruta del bolchevismo por todo el cuadro de sus circunstancias sociales. Esto sucede con independencia de la solidez o flaqueza de los caracteres individuales. Un intelectual necesitaba intuición política excepcional e imaginación teórica, fe nada común en el proceso histórico dialéctico y en los atributos revolucionarios de la clase trabajadora, para ligar seria y firmemente su destino al del partido bolchevique en los días en que el bolchevismo no era más que una anticipación histórica. La mayoría preponderante de los intelectuales que se incorporaron al bolchevismo en el período de su auge revolucionario lo abandonaron en los años siguientes. Era más difícil para Koba alistarse, pero asimismo era más difícil apartarse de él, pues no tenía imaginación teórica ni intuición histórica, ni don de la previsión, del mismo modo que, en cambio, carecía en absoluto de volubilidad. En una situación compleja, frente a nuevas consideraciones, Koba prefiere esperar la ocasión, mantenerse al margen o retirarse. En todos los casos en que por necesidad ha de elegir entre la idea y la máquina política, invariablemente se decide siempre por la máquina. El programa tiene que crear primero toda su burocracia antes de que Koba pueda guardarle el menor respeto. Falta de confianza en las masas, igual que en los individuos, es la base de su naturaleza. Su empirismo le empuja siempre a elegir el camino de la menor resistencia. Por eso, en general, en todos los grandes momentos de crisis de la historia, este revolucionario miope adopta una posición oportunista que le lleva muy cerca de los mencheviques y, en ocasiones, hasta le sitúa a la derecha de ellos. Al mismo tiempo, está constantemente inclinado a favorecer las acciones más decididas para resolver los problemas que ya ha dominado. En todas las circunstancias, la violencia bien organizada le parece el camino más corto entre dos puntos. Aquí conviene bosquejar una analogía. Los terroristas rusos eran en esencia pequeñoburgueses demócratas, pero eran sumamente resueltos y audaces. Los marxistas solían decir a propósito de ellos que eran "liberales con una bomba". Stalin siempre ha sido lo que sigue siendo hoy: un político de la "mediocridad áurea" que no vacila en recurrir a las medidas más extremas. Estratégicamente es un oportunista; tácticamente, un "revolucionario". En suma, un oportunista con una bomba”

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