lunes, 18 de noviembre de 2013

Salir del closet

Vengo siguiendo los post de Rosso y JDM obre los votos del FIT y la tarea de recuperar los sindicatos. Comparto que en la Argentina, el desenraizar a la burocracia de sus sillones sindicales, puede ser un puntal para el desarrollo de una verdadera guerra civil en el movimiento obrero (¿o pensamos que los tipos se van a quedar en sus oficinas de Puerto Madero sin organizar a cientos, miles, de Favales y Pablos Diaz?) y, por lo tanto, de un cambio drástico en la situación política nacional. La discusión de cómo transformar los votos al Frente de Izquierda en una nueva identidad política en ruptura con el peronismo (aka conciliación de clases, es decir, un peronismo en sentido estratégico mas allá de las figuras “de turno”) desde el vamos no puede pensarse como una tarea a realizar unilateralmente desde arriba, como un objetivo de la propaganda política y de los diputados del FIT, sino que debe combinarse necesariamente con un giro, o un cambio, en la militancia en las trincheras.

Muchos de los militantes que pasamos por poco los 25 años de vida nos formamos en la época del sindicalismo de base en ascenso  en un partido de propaganda y lucha donde la relativa conflictividad de un movimiento obrero que comenzaba a despertarse producto de la recomposición económica  realizaba una gimnasia que iba de lo sindical a lo político. Dicho de otro modo: la lucha por las mejores condiciones de trabajo, o en defensa de los delegados combativos, llevaba a los obreros a enfrentarse a la policía y al Ministerio de Trabajo y, por elevación, al poder político. Franjas minoritarias de trabajadores que hacían esta experiencia terminaron por incorporarse a las filas del trotskismo, otras fueron a reforzar variantes burocráticas y progubernamentales como pueden ser la CTA de Micheli o el Sindicato del Subte de Pianelli.  Esto generó una dinámica donde los obreros sindicalmente apoyaron a sus delegados de izquierda en la fábrica, pero en las elecciones votaban por variantes patronales. Esta separación entre la influencia sindical y la política comienza a ser saldada por vez primera a través del FIT. Si para muestra basta un botón, podemos contar los asados de festejo que se hicieron en decenas de fábricas y que reunieron a cientos de obreros, o los testimonios que fuimos subiendo a la página del partido desde todas las regionales donde militamos. Obviedades de este fin de ciclo: el camino hacia la izquierda pasa ahora más por la política que por lo meramente sindical. El desafío, entonces, para los que militamos en el movimiento obrero pasa por comprender profundamente las implicancias de esta inversión en la dinámica del desarrollo de la consciencia de un sector de masas para pensar en qué lugares y en qué medida nuestro propio rol puede servir de catalizador que acelere este proceso.

Si las elecciones nos dejaron una relación de fuerzas inmejorables, si por ejemplo en esta regional comprobamos palpablemente cómo nuestra agitación izquierdizó fabricas enteras (si comparamos la medida de votos con otras a las que por carencia de fuerza militante no podíamos llegar pero que sí fuimos a buscar repercusiones después); si los propios obreros independientes que apoyaron nuestra campaña ahora dicen que llevar el FIT adentro de las fabricas va de la mano de decir que ser zurdo ya no es una mala palabra ¿qué tenemos que hacer los tapados? Muchas veces nuestra lógica es la de esperar a que salte el conflicto sindical para comenzar a hacer política, otras la lógica es la de un trabajo lento y paciente que es copia y calco del que hicieron compañeros como Raúl Godoy o la Junta Interna de Coca Cola cuando la relación de fuerzas no es la misma que la que tuvieron que enfrentar ellos. Hoy no solo hay menos miedo (y por lo tanto impunidad patronal) entre las filas obreras sino que los tapados estamos en la primera línea de batalla por la conquista de esa nueva identidad política. La fortaleza del FIT nos cubre por izquierda, el represtigio de la militancia orquestado desde arriba por el régimen político nos da legitimidad (y la decadencia kirchnerista hace que cada vez mas seamos nosotros los únicos que podemos capitalizar este último fenómeno) ¿por qué los tapados no podemos, hoy mismo, reivindicarnos entre nuestros compañeros de trabajo en una de las tantas discusiones que hay todos los días como militantes “del FIT” o incluso del PTS? ¿porque la patronal y la burocracia nos van a marcar? Seguramente ¿pero echarnos? No lo creo. Si pisamos el palito, es decir, si no somos responsables con el laburo o si queremos hacer quilombo sindical seguramente lo hagan pero ¿por militar en el FIT del millón doscientos mil votos, con sus diputados nacionales y provinciales? ¡Alta campaña les podríamos hacer! Y si hay algo que ellos no son, es tontos. Desde ya que es necesario medir las posibilidades de cada lugar concreto (si es una gran o pequeña patronal, si se está en periodo de prueba, si se está en negro, si hay comisión interna, si ya se hicieron buenas migas con algunos compañeros de trabajo, etc) pero el espíritu es que apostamos a “desatarnos las manos” para que podamos aprovechar hasta el final las posibilidades que el FIT nos están abriendo de par en par. Mientras los tiempos de la política superen a los del sindicalismo es necesario que avancemos lo mas posible, así podremos sentar las bases para que las próximas convulsiones de la lucha de clases, que se nutrirán de las ricas experiencias de la etapa del sindicalismo de base, converjan también con una previamente preparada y extendida militancia obrera y socialista. 

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