Vengo siguiendo los post de Rosso y JDM obre los votos del
FIT y la tarea de recuperar los sindicatos. Comparto que en la Argentina, el
desenraizar a la burocracia de sus sillones sindicales, puede ser un puntal
para el desarrollo de una verdadera guerra civil en el movimiento obrero (¿o
pensamos que los tipos se van a quedar en sus oficinas de Puerto Madero sin
organizar a cientos, miles, de Favales y Pablos Diaz?) y, por lo tanto, de un
cambio drástico en la situación política nacional. La discusión de cómo
transformar los votos al Frente de Izquierda en una nueva identidad política en
ruptura con el peronismo (aka conciliación de clases, es decir, un peronismo en
sentido estratégico mas allá de las figuras “de turno”) desde el vamos no puede
pensarse como una tarea a realizar unilateralmente desde arriba, como un
objetivo de la propaganda política y de los diputados del FIT, sino que debe
combinarse necesariamente con un giro, o un cambio, en la militancia en las
trincheras.
Muchos de los militantes que pasamos por poco los 25 años de
vida nos formamos en la época del sindicalismo de base en ascenso en un partido de propaganda y lucha donde la relativa
conflictividad de un movimiento obrero que comenzaba a despertarse producto de
la recomposición económica realizaba una
gimnasia que iba de lo sindical a lo político. Dicho de otro modo: la lucha por
las mejores condiciones de trabajo, o en defensa de los delegados combativos,
llevaba a los obreros a enfrentarse a la policía y al Ministerio de Trabajo y,
por elevación, al poder político. Franjas minoritarias de trabajadores que
hacían esta experiencia terminaron por incorporarse a las filas del trotskismo,
otras fueron a reforzar variantes burocráticas y progubernamentales como pueden
ser la CTA de Micheli o el Sindicato del Subte de Pianelli. Esto generó una dinámica donde los obreros
sindicalmente apoyaron a sus delegados de izquierda en la fábrica, pero en las
elecciones votaban por variantes patronales. Esta separación entre la
influencia sindical y la política comienza a ser saldada por vez primera a través
del FIT. Si para muestra basta un botón, podemos contar los asados de festejo
que se hicieron en decenas de fábricas y que reunieron a cientos de obreros, o
los testimonios que fuimos subiendo a la página del partido desde todas las
regionales donde militamos. Obviedades de este fin de ciclo: el camino hacia la
izquierda pasa ahora más por la política que por lo meramente sindical. El desafío,
entonces, para los que militamos en el movimiento obrero pasa por comprender
profundamente las implicancias de esta inversión en la dinámica del desarrollo
de la consciencia de un sector de masas para pensar en qué lugares y en qué
medida nuestro propio rol puede servir de catalizador que acelere este proceso.
Si las elecciones nos dejaron una relación de fuerzas
inmejorables, si por ejemplo en esta regional comprobamos palpablemente cómo
nuestra agitación izquierdizó fabricas enteras (si comparamos la medida de
votos con otras a las que por carencia de fuerza militante no podíamos llegar
pero que sí fuimos a buscar repercusiones después); si los propios obreros
independientes que apoyaron nuestra campaña ahora dicen que llevar el FIT
adentro de las fabricas va de la mano de decir que ser zurdo ya no es una mala
palabra ¿qué tenemos que hacer los tapados? Muchas veces nuestra lógica es la
de esperar a que salte el conflicto sindical para comenzar a hacer política,
otras la lógica es la de un trabajo lento y paciente que es copia y calco del
que hicieron compañeros como Raúl Godoy o la Junta Interna de Coca Cola cuando
la relación de fuerzas no es la misma que la que tuvieron que enfrentar ellos.
Hoy no solo hay menos miedo (y por lo tanto impunidad patronal) entre las filas
obreras sino que los tapados estamos en la primera línea de batalla por la
conquista de esa nueva identidad política. La fortaleza del FIT nos cubre por
izquierda, el represtigio de la militancia orquestado desde arriba por el
régimen político nos da legitimidad (y la decadencia kirchnerista hace que cada
vez mas seamos nosotros los únicos que podemos capitalizar este último
fenómeno) ¿por qué los tapados no podemos, hoy mismo, reivindicarnos entre
nuestros compañeros de trabajo en una de las tantas discusiones que hay todos
los días como militantes “del FIT” o incluso del PTS? ¿porque la patronal y la
burocracia nos van a marcar? Seguramente ¿pero echarnos? No lo creo. Si pisamos
el palito, es decir, si no somos responsables con el laburo o si queremos hacer
quilombo sindical seguramente lo hagan pero ¿por militar en el FIT del millón doscientos
mil votos, con sus diputados nacionales y provinciales? ¡Alta campaña les
podríamos hacer! Y si hay algo que ellos no son, es tontos. Desde ya que es
necesario medir las posibilidades de cada lugar concreto (si es una gran o
pequeña patronal, si se está en periodo de prueba, si se está en negro, si hay
comisión interna, si ya se hicieron buenas migas con algunos compañeros de
trabajo, etc) pero el espíritu es que apostamos a “desatarnos las manos” para
que podamos aprovechar hasta el final las posibilidades que el FIT nos están
abriendo de par en par. Mientras los tiempos de la política superen a los del
sindicalismo es necesario que avancemos lo mas posible, así podremos sentar las
bases para que las próximas convulsiones de la lucha de clases, que se nutrirán
de las ricas experiencias de la etapa del sindicalismo de base, converjan también
con una previamente preparada y extendida militancia obrera y socialista.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario